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¡Quejas!
¡Y amarle pude! Al sol de la existencia se abría apenas soñadora el alma... Perdió mi pobre corazón su calma desde el fatal instante en que le hallé. Sus palabras sonaron en mi oído como música blanda y deliciosa; subió a mi rostro el tinte de la rosa; como la hoja en el árbol vacilé. Su imagen en el sueño me acosaba siempre halagüeña, siempre enamorada; mil veces sorprendiste, madre amada, en mi boca un suspiro abrasador; y era él quien lo arrancaba de mi pecho; él, la fascinación de mis sentidos; él, ideal de mis sueños más queridos; él, mi primero, mi ferviente amor. Sin él, para mí el campo placentero en vez de flores me obsequiaba abrojos; sin él eran sombríos a mis ojos del sol los rayos en el mes de abril. Vivía de su vida apasionada; era el centro de mi alma el amor suyo; era mi aspiración, era mi orgullo... ¿Por qué tan presto me olvidaba el vil? No es mío ya su amor, que a otra prefiere. Sus caricias son frías como el hielo; es mentira su fe, finge desvelo... Mas no me engañará con su ficción... ¡Y amarle pude, delirante, loca! ¡No, mi altivez no sufre su maltrato! Y si a olvidar no alcanzas al ingrato, ¡te arrancaré del pecho, corazón!
A mis enemigos
¿Qué os hice yo, mujer desventurada
que en mi rostro, traidores, escupís
de la infame calumnia la ponzoña
y así matáis a mi alma juvenil?
¿Qué sombra os puede hacer una insensata
que arroja de los vientos al confín
los lamentos de su alma atribulada
y el llanto de sus ojos, ¡ay de mí!?
¿Envidiáis, envidiáis que sus aromas
le dé a las brisas mansas el jazmín?
¿Envidiáis que los pájaros entonen
sus himnos cuando el sol viene a lucir?
¡No!, no os burléis de mí sino del cielo....
que, al hacerme tan triste e infeliz,
me dio para endulzar mi desventura
de ardiente inspiración rayo gentil.
¿Por qué, por qué queréis que yo sofoque
lo que en mi pensamiento osa vivir?
¿Por qué matáis para la dicha mi alma?
¿Por qué, ¡cobardes!, a traición me herís?
No dan respeto la mujer, la esposa,
la madre amante a vuestra lengua vil....
Me marcáis con el sello de la impura....
¡Ay, ¡nada!, ¡nada respetáis en mí!
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